sexta-feira, 12 de junho de 2009

El Artista y la Doncella

Letra y música:

Todo artista vive pobre, pues su alma muy noble debe ser leve para que al mundo todo posa cargar.. El artista va viviendo y en la vida va muriendo de glorias breves, de improviso, de amores. Vive cerca del infierno, el peligro es interno, él viste aquel traje y finge ser “Star”. El artista está en el mundo y así, medio vagabundo se olvida y se reconoce en cada mirar. Pero la vida tiene una trama paralela, tiene destino que viene y la vida se lleva, y un alma que iba por allí de pronto va hacia allá y hacia acá.

Todo bien “es lo que hay”, él quiere hacer el bien, vive de changas, convence a los ricos a gastar. Ahora él no es el tal, pero no está pasando mal, habla con elegancia, conoce la fragancia del agradar. El artista sigue enfrente, hoy tiene show para poca gente...¿será que viene alguien? Nadia lo hace desanimar. Hoy el show fue cancelado, él está eudeudado, él pide prestado y creo que nunca va a pagar. Pero la vida tiene una trama paralela, tiene destino, hay siempre una doncella capaz de hacer un alma perderse para no volver.

Es siempre en un día tonto, un lunes, un viernes, no iba a ocurrir nada, de pronto todo va a cambiar. La más fútil, tonta, parlanchina y un montón de amigas suyas, resolvieron ir al teatro a ver representar al mono. Pero qué joda, qué aventura, qué locura, en medio del barro Adán está listo para pecar. Él olvida antiguos juramentos, tantas noches de tortura, olvida que juró que no volvería a enamorarse. Pero la vida no es verde y amarilla, el artista cree que la doncella sea capaz de ver alma sin lentes, sin oro, sin adornos, sin collar. Sin dólar.

Pero la chiquilla lindita, vestida de princesita, ya nació creyendo que tiene derecho a ordenar. Y el artista tiene el alma de goma, trabajó mucho gratis, es el protagonista, está en la lista de los que van a explotar. Y la chiquilla es caprichosa, si no fuera tan deseable, está jugando de nuevo, está disfrutando de jugar. Y el artista que ya fue el rey del lugar, ahora hace el papel de idiota, quiere ir a la Rede Globo a ganar guita para poder casarse. Pero la vida tiene una trama paralela, el artista no le sirve a ella. Elle lo cree increíble, muy sensible, pero ella quiere a alguien que tenga donde vivir. ¿Donde vivir?

Pero el artista no tiene nada, no tiene guita, no tiene casa, no tiene ropa de fiesta y ella no lo va a invitar. La chiquilla entonces ni sueña, ella no quiere avergonzarse: las amigas, la familia, el guardaespaldas y el bienestar. Él entonces busca empleo y sólo piensa en ganar dinero, pensando que es amor, él sólo piensa en trabajar. La chiquilla entonces despista y vende el alma del artista, ella se va y él no quiere más representar. Pero la vida tiene una trama paralela, fue tan rápido que él la olvidó. Él juró que no se enamoró, sólo representó y no nació para casarse. ¿Para casarse?

Pero el tiempo era de infierno, todo el día era invierno, no acertaba nada, era un dolor de provocar llanto. Él tuvo muchas muertes y todo tipo de mala suerte, en la boca del león, compraba el pan para que el diablo lo amasara. Se sacó el cuello de snob, presentó obritas en las escuelas, nadie las creía graciosa, las magias no querían funcionar. Tenía un montón de ideas, pero no tenía más plateas. Él, entonces, subió a un edificio y presentó el número de volar. Pero la vida tiene una trama paralela, volando, él apareció en el telón. Y aquella que no lo quería, por acaso asistía y terminó por emocionarse.

Él entonces se volvió famoso, sex simbol, deseable, todo el mundo encontraba gracia hasta en aquello donde no había que encontrarla. Primo, hermano, padre, hermano, tía, todo el mundo quería abrazarlo. Y ella, que gustaba de los artistas que aparecen en las revistas, vino maravillosa, pidiendo disculpas, queriendo enamorar. “Por favor, perdoname, ¡ay, Dios, qué tonta fui! Nunca te olvidé, ¡espera, vamos a conversar!”. Pero la vida tiene una trama paralela, ahora él tenía muchas igual a ella. Él la invitó para una orgía: “estoy yendo a Ubatuba a coger en el mar. ¿Estás dispuesta a dar?

Y ella en medio del asedio, se perdió en el tedio, en medio de las fiestas, entre las fanáticas ella perdió su pareja. Y percibió cómo era fútil, que eso todo era inútil, que la vida era más y ella vivía sin pensar. Entonces lloró profundamente y por un segundo, tal vez, haya muerto o sólo pensó en suicidarse. Pero entonces ella recordó al artista, en una cena íntima, la cortina se abrió y ella rió hasta desarmarse. Pero la vida no es como uno espera, ahora él ya no la recordaba. Ella conoció el alma de un artista y ahora él no sabe más donde está. ¿Dónde estará?

Ahora él comía drogas, putas, travestis, sobras. Estaba siempre borracho, era sólo meter el dedo y vomitar. Se mataba todo el día, pero después él olvidaba y hacía propaganda de todo lo que existe para ser comprado. Caricatura, meando en las calles, fin de fiesta de jovata y todo tipo de diablo burlándose de su penar. El día nunca amanecía en medio del puterío, se la vida fuera dulce: morir de viajar. Pero la vida tiene una trama tan sencilla, él cayó justo enfrente a su puerta. Y ella ya no sonreía y no existía, lo cubrió de lágrimas sin llorar. Comenzó a lavar.

Y se volvió santa, curandera, empleada, cocinera, espantó cuervos e hizo que Exú desarrimara. E hizo té, sopa, brujería, masajes, homeopatía, canceló pasajes que iban hacia ningún lugar. Rompió contratos con cerveza, con teatros, con iglesias, sin más recetas para tener fama y frustrarse. Devolvió fanáticas y atorrantas, siliconas, bótox, culos, pedazos de plásticos y un premio que él no merecía ganar. Pero la vida aun fea es tan bella...existe siempre un ángel para encender una vela. Y él allí...perdido, sin salida, vio la luz de aquella que él siempre tendría que encontrar. En-con-trar.

Cuando el arte está confuso es necesario oír a la musa, la compañía, travesía para el recuerdo. Ella es un canto más allá de ella, un sollozo de doncella: antiguo ritmo que hace al corazón pensar. Ella descorrió el velo y le mostró el cielo, llena de gracia hizo que la taza transbordara. Y la luz entonces descendió y el Arte apareció sagrado, revelado en la tercera persona del singular.

La vida...sucede cuando uno menos lo espera

quinta-feira, 30 de abril de 2009

Encuentro con campesinos muertos:

Don Juan Tsé

De los viajes que yo en el interior.

Que la atmósfera era mera, casi no era. Fui a pedir un vaso de agua. En medio de la ruta, en medio de la nada. Detuve el auto en barro forrado cual una casa: de barros. “Oh, ¿hay alguien en la casa?” Vino. Un hombre. Del barro de la casa desapareció de adentro hacia afuera. “¿Quién?” “Es agua, puedes conseguírmela un poco?” “¿Es sed?” “Fue siendo”. “No hay”. “¿Ni un poco? “Ni nada”. “¿Cómo?” “De esa manera.” “Dios”. “Eso.” Sudé. “¿Pero quiere silencio o quiere un caso?” “Caso”. “Era una vez que yo no soy hombre”. “¿Ah?” “No soy”. “¿Es eso?” “Pensé que yo tenía pierna, brazos, ojos, y olfateaba las cosas con la nariz, pensé hasta en la felicidad un día, nada, era nada. Cosa. Todo era cosa. No era materia”. “No entiendo”. “Eso”. “¿Pero qué es entonces?”. “Desperté”.

Catadores de empanadas

Estar así con la boca tan cerca del secreto de las masas. Allá en la estancia, mi abuela, Doña Herminia, (aquella que me hacía tomar un colectivo a las dos de la tarde para Santos, acostarme en su regazo para recibir la caricia de los seres angelicales e volver en el colectivo de las seis) cocinaba para 15 nietos. Eran ollas industriales en una cocina a leña y éramos cada uno más uno de tanta hambre conseguida en partidos de fútbol como finales de algún campeonato inexistente que nos regía de forma inexplicable y oculta y que casi siempre acababa en disputa.

La comida de de Abu Mina, como la llamábamos, era tan disputada como las peladas y algunas veces era necesario que ella actuara de jueza. Pero, en día de empanadas la cosa se ponía realmente fea. Pobre de mi abuela que tenía que hacer un número exacto para cada uno de nosotros y, como si no bastara, las empanadas tenían que tener el mismo tamaño. Explico el juego: la enorme fuente era colocada en el centro de la mesa, digamos que cada uno tenía derecho a seis empanadas, que sólo podían ser tomadas después del silbato; pero, detalle, había una sorpresa adentro de ellas. El clima era tenso y excitante. Teníamos algunos minutos para mirar bien a las susodichas y estudiarnos las mejores posibilidades. El silbato sonaba y en furia tomábamos nuestra porción, claro que con mucha confusión y pelea. Masticábamos mirándonos, uno quería ver si la sorpresa estaba en la boca del otro. Algunas veces llegábamos a dar sólo una mordida para ver si era y ya ir luego mordiendo otra se no era. De repente, el gozo. Uno de nosotros estaba con la boca escupiendo nubes. Mi abuela rellenaba una de las empanadas con algodón. Pasado el climax, comíamos luego para hacer la digestión y volver al fútbol, nunca sin antes enchincharnos por comer una empanada de viento.

terça-feira, 28 de abril de 2009

Crisis es cosa buena

“Los hombes viajan más de prisa ahora, pero no sé si van a lugares mejores.” Willa Cather, “Death Comes For The Archbishop”

Nuevos aires soplan en mi ventana. Cambio de postura. Nuevo eje. No fue nada que haya sucedido exteriormente, fue una intuición, una retomada de conciencia, un recordar. Resignificar yo voy. La resignificación es el arte de buscar cualidades homólogas a los defectos en cada situación. Revertir el cuadro, ver desde otro ángulo, buscar conexiones que redireccionen los pasos que parecen caminar hacia un precipicio. Es lo que hago con mi obra y con mis propias actitudes en la vida. No quiero más adosarme al coro de los que creen que nada va a salir bien y de los que ven todo con pesimismo y descreimiento. No quiero más permitirme ningún tipo de negatividad y desesperanza. Ningún momento es tan propicio como el de la crisis para que se repiense y se cambie una antigua postura. El mundo estaba, y aún está, caminando a pasos agigantados hacia el abismo. La crisis económica mundial es providencial, es un freno a los abusos, al consumismo desenfrenado, a la lógica del lucro sobre todas las cosas. Está claro que la mentalidad del mundo no cambió y ni va a cambiar drásticamente del día a la noche, pero ya podemos encontrar varios focos de cambios y varias personas contribuyendo para una mejoría y para el desenvolvimiento de una capacidad de vislumbrar algo positivo que está siempre dispuesto a nacer en el útero de cada aparente desgracia. Hoy ya existen escuelas de sustentabilidad, existen nuevas formas de pensamientos expandiéndose y ya está más en tiempo de abrirnos hacia ellas. Repito lo que vengo repitiendo: el mundo no es la vida. Ella está en el mundo, pero no es del mundo.

Mi mayor preocupación es la educación. Es con eso que quiero y siempre quise trabajar. Y veo el Arte como la mejor posibilidad de renovación de la enseñanza hoy. No a través del dogmatismo o del didactismo o como subterfugio para pasar mensajes, pero como fuente de inspiración. El arte puede proporcionar el vaciamiento de conceptos y valores pre-concebidos y ultrapasados y puede preparar caminos hacia nuevas instituciones. Para eso, según mi visión, sería preciso que artistas y espectadores redescubrieran al Hombre de Arcilla que hay dentro de cada uno de nosotros. El Adán que necesita y puede ser Creado, junto con la Creación que duerme en nuestro ser, queriendo ser despertada. ¿Qué sería esto? No es en este espacio que voy a explicar detalladamente, pero espero, a partir de ahora, ir lanzando semillas para la postura educacional que estoy desenvolviendo. Espero en breve tener un sitio que explique y ejemplifique mejor lo que quiero decir. Pretendo formar grupos de conversaciòn. “La Revolución” es una semilla del rigor, sin el cual la disciplina no consigue dar cuerpo a las actividades. El Proyecto “El Hombre de Arcilla” es el germen de la misericordia, sin el cual no sería posible la flexibilidad en las relaciones.

Abomino cualquier concepto de auto-ayuda o cualquier fórmula hecha para mejorar la vida. Pero, si educar es educar-se y cuidar es cuidar-se, y eso es fácil de percibir cuando sabemos que es a partir de nuestra propia disposición y postura que las cosas nos suceden a nosotros o no; entonces, ¿qué es ser profesor? ¿qué es ser médico? ¿qué es ser artista?Para mí, esas son las tres ocupaciones con las cuales los hombres deberían ocuparse en relación a sí mismos. Educador de sí, Curador de sí, Artista de sí. Pero, no cabe duda de que es necesario aprender a aprender ser en sí ou ser alguem para sí. ¿Quién va a enseñar?¿Quién si no el Sí que aún no se contaminó con las construcciones y pavimentaciones del ego? El Hombre de Arcilla es un modelo que vos mismo vas a moldear en sí, más condicente con un ser que puede ser cualquier cosa que quiere hacer de quien es y la derrota viva de sí o de las innumerables posibilidades de ser que se deja de ser por pereza, automatismo psicológico, condicionamiento. El Hombre de Arcilla se contruye a partir de las relaciones. El barro es el lenguaje.

Todos los Bellos Perros

Tupí en la estancia Santa Helena. Foto de Alex da Silva.

Fue mi amigo Edu San quien me proporcionó horas de convivencia con este bello animal. En la compañía solitaria, un perro y un pan de sol. Tupí es un viejo guerrero de muchos años, ya sordo y con el cuerpo cubierto de cicatrices. Marcas de una vida vivida con audacia y libertad y tantas historias que yo no sabría contar. Hace algún tiempo atrás, en una de esas veces que estuve en la estancia Santa Helena, pasé una madrugada entera con ese compañero afectuoso. En mi vida poco conviví con animales; soy, infelizmente, un hombre urbano, o un prisionero de la ciudad, que es como me siento. Vico con la falta de naturaleza, de las plantas, de los animales, del mar. De la amistad vino esa posibilidad. Edu salió y me quedé con Tupí. Me quedé leyendo, escribiendo y viendo películas. Y adonde quiera que yo fuera allá estaba La Presencia Fiel, caliente, con la enorme lengua afuera, largando flatos increíbles, siguiéndome con los ojos o por el calor del cuerpo. Conversé con él algunas veces y sé que él no me oyó y principalmente no me entendió; ya que yo mismo no me entiendo; pero sentí que él me sintió. Yo sólo estaba intentando decirle que era una alegría y un honor muy grande poder estar allí, a su lado, un hecho raro en mi vida. La respuesta que tuve fue que él no se despegó de mí hasta que su verdadero “dueño” o compañero, llegara. Y yo nunca me sentí tan acompañado y protegido como en aquella madrugada, en el poco tiempo que tuve para sentir cuánto aprendería con esa convivencia.


Edu siempre me dice que Tupí es uno de los pocos compromisos que él tiene con la vida. Él dice que cuidar que Tupí tenga una buena vida es una cuestión de prioridad para él. Eso me toca. Yo nunca tuve eso con un animal. Nunca sentí amor por un animal o por un árbol y creo que eso es una falla en mi carácter. En las pocas hora que tuve al lado de él, pude percibir que el sentimiento que puede nacer entre dos seres de especies diferentes, puede ser uno de los más profundos posibles. Percibí que en esa relación todo puede ser escucha y generosidad y la fidelidad entre los hombres aún está lejos de alcanzar la pureza y la entrega que puede haber entre un ser humano y un perro. Ciertos momentos traen en su génesis la eternidad y nos marcan para que carguemos la semilla de algo bueno que puede brotar apenas queramos permitirnos. Desde entonces estoy fertilizado de Tupí.


quinta-feira, 23 de abril de 2009

Caballos, Madrugadas, Mi Padre, las Linternas, el Blues de los Bueyes y la Esperanza

Foto de Edu Campos. Regalo que él me dio.

Estar así con la cabeza cerca del útero de las nubes me hace recordar de mi eternidad, cuando mi infancia. Mi padre había comprado una estancia en Ribeirão Pires y en las vacaciones todos los parientes, principalmente mis quince primos, allá se reunían con el objetivo de entender la vida a través del fútbol y de escalar los cerros que circundaban la propiedad. Mis primas también iban...¿qué harían ellas? Para mí el allá es un Fuerte Apache que me separaba del dolor que la escuela me causaba y me posibilitaba el aislamiento, condición que siempre me cae bien. Yo me escondía de los otros pibes y en la cima de la montaña, como un propio tonto, me sentía seguro y desde allá me quedaba observando la “casita blanca”, que era como mi padre llamaba a nuestra chacra, así tan de juguete.

De madrugada, algunas veces, se sucedían rituales mágicos con mucho menos efectos especiales que los de una producción cinematográfica o de esos best sellers infanto-juveniles de los tiempos modernos; pero pienso, con mucha más magia. Por eso soy tan más yo en esa hora cuando las consciencias se confunden y el inconsciente aflora. De ahí la raíz de mi ocupación de guardia nocturno. Después de una hora de viaje, mi padre llegaba con mi madre de alguna sesión de una de sus piezas teatrales, allá por las dos, tres de la madrugada. Él se juntaba a mis tíos y nos despertaban a nosotros, los chicos, para que fuésemos a caminar por los caminos de tierra de la región. Iban sólo los hombres, las mujeres tenían sus propios rituales, y tal vez, porque los hombres necesitan salir para cazar alguna cosa o nada: sólo los niños. Los adultos tomaban sus linternas y de vez en cuando nos dejaban sostenerlas. Aquel niño que tenía esa chance se sentía como sosteniendo una espada o un trofeo. Nosotros íbamos en pijamas nomás. Todos con abrigo porque el frío es la temperatura del misterio. Yo siempre creí que aquello era un sueño, pero si lo fuese, era colectivo. La neblina, la luna, el olor a monte, los sonidos de animales, la noche que prevalecía como un manto oscuro llena de gotas de leche que nos cubrían de miedos excitantes y fantasías de cazadores. Ellos nos contaban historias de sus infancias y nosotros vivíamos la nuestra sin saber. ¿Será que ya les conté esta historia a mis hijos? No sé cómo entrar en el mundo de los videogames. Yo quisiera hablarles de aquella sensación de seguridad que yo sentía cuando andaba cercado por las piernas de aquellos hombres que reían con sus bromas apasionadas. Yo me sentía como si estuviese preso atrás de las rejas de la alegría. Aquellos senderos de tierra parecían no tener fin y a la hora de regresar era como despertar sobresaltado de un buen sueño. Yo siempre soñé más de lo que dormí.

Nosotros teníamos dos caballos. La Negra y el Ferrugem (Herrumbre). Ella, oscura como ojos cerrados; él, chocolate claro. No eran muy buenos para montar. Parece que ya llegaron medio viejos. La Negra, por un tiempo, todavía llegó a tirar el carro. Había días en que ya no iba al pasto y se quedaba el día entero mirándolo. Caballos son buenos para mirarlos. Mirar caballos siempre me fue algo medio místico. Así como los toros, yo siento el blues de los bueyes. Que en aquella ventana de ellos, el alma es la tristeza. Qué linda. Había una vaca, una sola de tan sola: ¿Esperanza es nombre? Nadie la vio morir.

Anna Akhmátova

“¿Quién ha de llorar por esa mujer? ¿No es insignificante para que la lamenten? Y, no obstante, mi corazón nunca olvidará a quien dio su propia vida por una única mirada”. A Mulher de Lot, A.A.

Anna , déjame morir contigo en ti: en la hora final estar en tus brazos y tú me dirías en secreto el polvo de las estrellas y la expresión de la flor. Y toda la gloria al inconsolable dolor. En tu regazo helado es Leningrado allá afuera y tu chalina negra sobre tus hombros, cubriese mi faz después de la última mirada. Morir mirando tu soberana presencia, tu nariz aguileña apuntando curva: tus labios altivos en beso fatal. Se posa ahora en mi lengua tu lengua rusa, ya los relojes marcan la hora del coraje. Fenecer en una mujer que tiene la aristocrática belleza de la serenidad, no existe así: sólo tú, tan sólo. Y serán pintada por Modigliani. Sí, Anna, en tu cama, nido, toca: amar es leer poemas uno al otro, nuestra pasión será la lógica, la técnica, las imágenes simples del alma femenina solitaria. Vamos a esconder más que mostrar, Anna, crear secretos y misterios cristalinos que quien quiera, que quien pueda. Y retornaremos a lo clásico, lo conciso, lo lacónico, al clímax. Sé, Anna, tú me dijiste en susurro, la verdadera ternura no se confunde con cosa alguna, es silencio y esas insatisfechas miradas tuyas. Si todas las separaciones fuesen imaginarias, Anna, si la sombra del amor estuviese en las paredes de los amantes. Que la Rusia viniese a salvarme, que ya vi de todo en el mundo y tendré que matar la memoria hasta el fin y tendré que volverme piedra y reaprender a vivir.