quarta-feira, 1 de abril de 2009

El Narrador

Reflexionando en la pequeña taza de expreso el sopor de su rostro. Una mujer febril así surgida. Sentada, contraída en las paredes da. Mariposas en el estómago, calor, el que en el hueco. Estaba teniendo un orgasmo en la dulcería. Deseo sin ocasión. ¿Quién supondría la ocurrencia? ¿Quién la observaba gimiendo entre sorbos de gas? Agua entre los muslos. No perciben más el gozo si dulces son para llenar carencias. Ella, bomba de crema. Mis hojas no la podrían describir en charlas de crisis y cosas y cactus, allí distantes: cercada por todo lo que hay, se llenó de vacío. Empujó las piernas hacia adelante, raspando el parquet con el fino taco. Deslizó su cadera hasta el borde de la silla como en precipicio. Fluyeron los dedos debajo de la pollera, tanga no tenía, se sumergió las puntas en espesa leche, trajo el confite a la boca. ¿Quién vio?

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